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lunes, 14 de diciembre de 2015

Folklore Manaba


Manabí y su folklore


Las arraigadas costumbres manabitas la han convertido en tierra de un rico y auténtico folklore. Le pertenece a su literatura popular el “amorfino”, que es un intercambio de coplas o versos que una pareja se dice para contrapuntear su relación, ese contrapunto puede estar orientado a expresar con algo de ironía y en tono burlesco un criterio contrario al del interlocutor, se lo utiliza principalmente para a través de bromas de buen gusto expresar sentimientos amorosos de la una a la otra persona y viceversa, el “amorfino” es la más honda y típica manifestación del folklore manabita que ha inspirado composiciones musicales alegres y de singular atracción, el baile de un manabita típico es lleno de gracia, movimientos rítmicos, colorido y buen gusto, bailes que las parejas danzan con trajes típicos luciendo sombreros y machetes por parte de los hombres, mientras las mujeres utilizan “pavas” (sombrero de mujer) que acompañan a faldas vistosas, este baile se lo ha utilizado tradicionalmente en aquellas reuniones que se conocen como “chigualos”, volviéndolo muy popular y de encendida sensibilidad para quienes lo escuchan y disfrutan.

Aparte de aquello el manabita es amigo de la música y del baile, sus preferencias son por la música alegre con una mezcla de romanticismo, aquello explica que en las reuniones se entremezclen una música movida y otra nostálgica provenientes principalmente de países como Colombia o México, lo cual sugiere algún tipo de influencia en el ancestro de los manabitas de esos dos países, de Colombia en cuanto hubieron fuertes migraciones de ese país a Manabí a fines del siglo XIX, y principios del siglo XX, además que la mayor cantidad de migrantes de España vinieron vía Colombia, de México por el alto nivel de sentimentalismo de la música mexicana (sobre todo la música de Pedro Infante), lo cual cala en el manabita que es una persona de mucha sensibilidad, (por eso también penetró mucho en su afición por la música, Julio Jaramillo) lo dicho explica que el manabita sea afín a la música romántica aunque de ninguna manera ha sido renuente a disfrutar de la música de otros países de culturas diferentes como la originaria de el Caribe, en resumen es amigo de oír y bailar una buena música; en ese ámbito Portoviejo fue siempre un lugar que convocó a disfrutar de festivales bailables de nutrida concurrencia y algarabía, siendo una ciudad donde han desfilado innumerables y cotizadas orquestas y artistas nacionales y extranjeros, sus locales de recreación siempre tuvieron gran concurrencia.

El manabita también ha sido un buen componedor de leyendas, de cuentos, de fábulas, siempre existió mucha creatividad en sus composiciones en prosa de vivencias populares, tampoco le son ajenos personajes fabricados por creencias que templaron sus nervios y que lo hicieron perder el miedo “al cuco”, los cuentos sobre episodios anecdóticos penetraron en creencias sobre todo en la gente de campo, el caso del “leñador” que se lo tragó la luna por no respetar el domingo bíblico fue tema de largas y frecuentes tertulias en las familias campesinas, “la lutona”, una mujer vestida de negro como expresión fúnebre de una mujer de ultratumba que viene a castigar o corregir comportamientos indebidos también forma parte de estas creencias, en la oscuridad de la noche cuando no había luz eléctrica y se alumbraban las casas con “mechones” (lámparas de kerosene), fueron frecuentes en el comentario entre familiares y amigos cercanos, “el ensombrerado” una especie de demonio a caballo, que también rondó en la mente y vida diaria de manabitas de ancestros montubios, al igual que otros “personajes” surgidos en la penumbra de noches y madrugadas como la “luz andariega” y el “duende”, entre los más nombrados.

No puede dejar de mencionarse al referirse al folklore y costumbres manabitas su marcada afición por los animales domésticos, entre ellos siempre destacó el caballo como el que más afecto generaba entre hombres y mujeres de campo, eso produjo buenos jinetes, lo cual explica el que hayan existido muy buenos “chalanes” (personaje que domina la monta de caballos) que amansaban potros o potrancas o corrían en carreras de caballos en hipódromos rústicos que convocaban y convocan (actualmente en menor porcentaje) a vecinos de lugares aledaños, también existieron quienes eran expertos en enseñarles “paso” a los caballos para que trotaran o galoparan con mayor suavidad. El caballo o la yegua fueron en consecuencia un gran aliado para el transporte o un paseo campestre de los manabitas, por ello también se crió mucho en Manabí el burro y los mulares (injerto de caballo o yegua con burra o burro), los cuales ayudaban y ayudan mucho al campesino en el traslado a sus sitios y faenas de trabajo. Lo antes expresado se demuestra con la afición que subsiste por el llamado “rodeo montubio” muy popular en la Costa ecuatoriana, en los que se exhibe la acrobacia y dominio de caballos chúcaros o briosos, montados por temerarios jinetes.





Los ríos manabitas fueron muy utilizados como medios de transportación en balsas de caña guadua o canoas de madera también llamadas “chingos” (canoas pequeñas), que servían para trasladar productos desde los sitios de producción a los mercados urbanos, posteriormente existieron y se utilizaron pequeñas lanchas a motor que en épocas pasadas también ayudaron al transporte de personas sobre todo en el río Carrizal, un rezago de ese medio de transporte son las lanchas de madera que se utilizan para trasladarse de Bahía a San Vicente o viceversa, aunque últimamente las clásicas lanchas de madera están siendo sustituidas por lanchas o botes de fibra de vidrio.

Hacia mediados del siglo XX fue familiar para el manabita “el mixto” camión de pasajeros y carga, luego surgieron “las chivas”, carros de ventanas abiertas y ventiladas utilizables sólo para pasajeros, que se “arrejuntaban” al máximo para que tenga más cabida, posteriormente surgieron los “pullmans”, buses con carrocerías metálicas cerradas para personas, son los buses de transporte de la actualidad, pero sin duda el medio de transporte de mayor añoranza es el ferrocarril, que el gobierno de Alfaro construyó en Manabí para conectar Chone con Canuto, Calceta, Tosagua, Puerto Larrea y Bahía de Caráquez y el ferrocarril Santa Ana-Portoviejo- Montecristi- Manta, es decir con mucha lógica Alfaro buscó comunicar los centros o lugares productivos con los dos puertos de cabotaje e incluso de tráfico internacional de esa época que eran Manta y Bahía.

Si algún factor prestigió nacional e internacionalmente a los afamados escritores manabitas Horacio Hidrovo Velásquez y Oswaldo Castro Intriago, fueron sus novelas reveladoras de la costumbre y vida del auténtico manabita de campo, las novelas “Un hombre y un río” de Hidrovo Velásquez, afortunadamente llevada al cine por la Universidad Laica “Eloy Alfaro” de Manabí, y la “Mula Ciega” de autoría de Oswaldo Castro Intriago, son obras que retratan con palabras y lenguaje florido la realidad profunda de Manabí con sus vivencias que la caracterizan, leerlos es engolosinar la mente y nutrirse de hechos y realidades magistralmente narradas de un pasado que emociona.


No puede omitirse el referirse al folklore manabita las arraigadas creencias religiosas de su gente, aquello explica que hayan fechas vinculadas a la religión católica que sean verdaderos acontecimientos como el leal recuerdo a los muertos que convoca a familiares y amigos a visitarlos religiosamente el 2 de Noviembre, ese es “un día grande” al decir del manabita de ancestro, igual sucede con la celebración de la resurrección de Cristo, el Sábado de Gloria se celebraba con tres disparos al aire al amanecer de ese día, las Fiestas de San Pedro y San Pablo del 29 de Junio se celebran con festejos que se extienden en muchos lugares hasta por un mes, el escuchar la “misa de gallo” a la media noche del 24 de Diciembre para celebrar el 1er. minuto del 25 de Diciembre el natalicio de Cristo, la fiesta de las Mercedes el 24 de Septiembre, las festividades de la Virgen de Monserrate en Montecristi el 21 de Noviembre que convoca desfiles interminables de personas para visitar a su Virgen, la fiesta de San Antonio el 13 de Junio, de San Francisco el 4 de Octubre, las Candelarias el 2 de Febrero, San Agustín, Santa Rosa y San Ramón el 28, 30 y 31 de Agosto, todo ello pone de relieve el marcado espíritu católico de los manabitas, aquello explica el que todo cantón tenga sus fiestas “patronales” que son incluso más celebradas que las de su cantonización o independencia administrativa, salvo obviamente las que conmemoran la independencia de España, sobre todo la del 18 de Octubre en Portoviejo y últimamente ha ganado resonancia la fecha de nacimiento de Manabí como región, que se celebra el 25 de Junio.

En definitiva Manabí tiene costumbres y comportamientos que enriquecen su ancestro. Por todo lo expresado es que Elías Cedeño Jervis no se equivoca cuando sostiene que Manabí es tierra de quimeras, de ilusiones y como ninguna hospitalaria.

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